Desde mi reciente incursión en la política de
nuestro amado país, he llegado a la conclusión de que vivimos en una suerte de
simulación, en una “Matrix”. Esto lo afirmo porque existe un grupo de
seguidores que apoya incondicionalmente las posturas de sus líderes políticos
sin cuestionar absolutamente nada. Incluso cuando se presentan propuestas
claramente perjudiciales para el pueblo dominicano, mientras provengan de sus
líderes políticos, son aplaudidas sin reservas.
Si no despertamos como nación y no comenzamos
a cuestionar los intereses de quienes nos dirigen, nuestro país y las futuras
generaciones carecerán de una patria de la que puedan sentirse orgullosos.
Nuestros antepasados habrán sacrificado sus vidas en vano, pues seguimos siendo
esclavos de un sistema. No somos verdaderamente libres, como nos gusta afirmar,
si entregamos ciegamente el poder a quienes se denominan líderes políticos. ¿Qué
estamos haciendo entonces?
Vivimos en una era en la que muchas personas
han dejado de pensar por sí mismas, pues consideran que es demasiado
complicado, y son fácilmente manipulables en un mundo digital, donde es más
sencillo controlar a la población. Escuchan solo fragmentos de los discursos de
los líderes políticos y aceptan esas palabras sin profundizar en su
significado. Si no cambiamos como nación, no tendremos un futuro.
Cuando los políticos afirman que las medidas
que proponen no afectarán a la clase más vulnerable, la de menores recursos,
desde ese momento podemos estar seguros de que la realidad será la contraria.
Cuando aseguran que una reforma no perjudicará a los más necesitados, es
simplemente una mentira y una burla a la inteligencia de los ciudadanos.
Compatriotas dominicanos, al analizar la
historia de los impuestos, es evidente que aquellos con mayores recursos, los
ricos, siempre han encontrado la manera de eludir sus responsabilidades
fiscales. Poseen las conexiones, los abogados y los recursos para evitar pagar
impuestos. Como resultado, la carga recae en la clase media. Si esta última
tiene negocios, incrementará los precios ante un aumento de costos, y serán las
personas más vulnerables quienes asuman el impacto final al consumir esos
productos.
Cuando nos dicen que debemos aprender a pagar
impuestos, omiten mencionar que quienes proponen estas medidas buscan siempre
una forma de evadirlas. Nos están engañando. Esto lleva a que aquellos que
pueden mover sus inversiones fuera del país lo hagan, pues en ningún lugar del
mundo la gente está dispuesta a pagar más impuestos voluntariamente.
El problema no radica en que los dominicanos
no sepan pagar impuestos, como nos quieren hacer creer. La realidad es que
desde la instauración del sistema tributario, la carga ha recaído
desproporcionadamente en las clases más bajas. Desde sus inicios, el sistema
fue diseñado para mantener la disparidad entre los de arriba y los de abajo.
El tema de la educación y el 4% del
presupuesto me indigna profundamente. Llevamos años escuchando promesas vacías
de distintos gobiernos que jamás se concretan. Si un recurso del Estado no se
utiliza adecuadamente, eso es responsabilidad de una mala administración, ya
sea del gobierno actual, anterior o futuro. Con la necesidad urgente que tiene
nuestro país en el ámbito educativo, el no aprovechar estos fondos es una
ofensa a la educación y una falta de respeto al dominicano que trabaja
arduamente para mantener a su familia.
A lo largo de los años, muy pocos gobiernos
han mostrado un compromiso real con la mejora del sistema educativo en nuestro
país, y hay dos razones principales para ello. En primer lugar, el gobierno de
turno suele buscar resultados visibles e inmediatos para asegurar su
permanencia en el poder. Construyen escuelas, hospitales, carreteras y otras
infraestructuras que se pueden inaugurar rápidamente, pero la educación no
muestra sus frutos en cuatro u ocho años. Es un proceso que puede tomar doce o
quince años para manifestar sus resultados. Por ello, la mayoría de los líderes
prefieren no arriesgarse a implementar reformas educativas profundas.
En segundo lugar, un pueblo que no cuestiona
es un pueblo sin educación. Y un pueblo sin educación es más fácil de
controlar. Si un gobierno invierte verdaderamente en educación, con el tiempo
surgiría una ciudadanía más crítica y consciente, que exigiría mayor
transparencia y responsabilidad. Sin embargo, muchos prefieren evitar ese
riesgo.
Es frustrante ver que mientras impulsamos
nuestro turismo con éxito, carecemos del mismo compromiso para con la
educación. Reconozco el esfuerzo de gobiernos pasados y presentes en este
sentido, pero necesitamos líderes que tengan la valentía de invertir en el
futuro educativo de nuestra nación. Que en lugar de decir que no se utiliza el
4%, puedan afirmar con orgullo que no hay suficiente presupuesto porque se ha
invertido tanto en la educación que los recursos se agotan. Ese sería un
verdadero logro y una bendición para todos.
Amigos y amigas, les dejo estas reflexiones para
que las analicen. Soy un dominicano que sufre al ver cómo nuestra patria pierde
su rumbo, ya sea por la influencia de inversiones extranjeras, la inmigración
ilegal o por políticos cuyo único interés es su propio enriquecimiento. Espero
que esta generación, la que hoy tiene entre 20 y 40 años, que ha tenido acceso
a la educación y al conocimiento global, pueda finalmente romper este ciclo y
construir una nación de la cual podamos sentirnos realmente orgullosos. La
decisión está en nuestras manos: continuar aceptando las mentiras que nos
venden o demostrar que somos un pueblo que se niega a permanecer en la
ignorancia.
Aquí les presento un análisis de los posibles
impactos negativos de la reforma que se discute actualmente. Esto no significa
que no se necesiten reformas, sino que no se debe intentar engañar al pueblo
con propuestas exageradas que luego se ajustan tras las quejas. Gobernar con
honestidad significa presentar propuestas con valor y transparencia desde el
inicio, sin esconderse detrás de la comodidad de un segundo mandato.
Quizás algunos no estén de acuerdo con estas
palabras, la comparto con la esperanza de que podamos salir del “Matrix” en el
que vivimos.
Emprededor, agente deportista, profesor
Universitario de Suffolk University
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