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jueves, 17 de octubre de 2024

“Matrix” en el que vivimos.


Desde mi reciente incursión en la política de nuestro amado país, he llegado a la conclusión de que vivimos en una suerte de simulación, en una “Matrix”. Esto lo afirmo porque existe un grupo de seguidores que apoya incondicionalmente las posturas de sus líderes políticos sin cuestionar absolutamente nada. Incluso cuando se presentan propuestas claramente perjudiciales para el pueblo dominicano, mientras provengan de sus líderes políticos, son aplaudidas sin reservas.

 Si no despertamos como nación y no comenzamos a cuestionar los intereses de quienes nos dirigen, nuestro país y las futuras generaciones carecerán de una patria de la que puedan sentirse orgullosos. Nuestros antepasados habrán sacrificado sus vidas en vano, pues seguimos siendo esclavos de un sistema. No somos verdaderamente libres, como nos gusta afirmar, si entregamos ciegamente el poder a quienes se denominan líderes políticos. ¿Qué estamos haciendo entonces?

 Vivimos en una era en la que muchas personas han dejado de pensar por sí mismas, pues consideran que es demasiado complicado, y son fácilmente manipulables en un mundo digital, donde es más sencillo controlar a la población. Escuchan solo fragmentos de los discursos de los líderes políticos y aceptan esas palabras sin profundizar en su significado. Si no cambiamos como nación, no tendremos un futuro.

 Cuando los políticos afirman que las medidas que proponen no afectarán a la clase más vulnerable, la de menores recursos, desde ese momento podemos estar seguros de que la realidad será la contraria. Cuando aseguran que una reforma no perjudicará a los más necesitados, es simplemente una mentira y una burla a la inteligencia de los ciudadanos.

 Compatriotas dominicanos, al analizar la historia de los impuestos, es evidente que aquellos con mayores recursos, los ricos, siempre han encontrado la manera de eludir sus responsabilidades fiscales. Poseen las conexiones, los abogados y los recursos para evitar pagar impuestos. Como resultado, la carga recae en la clase media. Si esta última tiene negocios, incrementará los precios ante un aumento de costos, y serán las personas más vulnerables quienes asuman el impacto final al consumir esos productos.

 Cuando nos dicen que debemos aprender a pagar impuestos, omiten mencionar que quienes proponen estas medidas buscan siempre una forma de evadirlas. Nos están engañando. Esto lleva a que aquellos que pueden mover sus inversiones fuera del país lo hagan, pues en ningún lugar del mundo la gente está dispuesta a pagar más impuestos voluntariamente.

 El problema no radica en que los dominicanos no sepan pagar impuestos, como nos quieren hacer creer. La realidad es que desde la instauración del sistema tributario, la carga ha recaído desproporcionadamente en las clases más bajas. Desde sus inicios, el sistema fue diseñado para mantener la disparidad entre los de arriba y los de abajo.

 El tema de la educación y el 4% del presupuesto me indigna profundamente. Llevamos años escuchando promesas vacías de distintos gobiernos que jamás se concretan. Si un recurso del Estado no se utiliza adecuadamente, eso es responsabilidad de una mala administración, ya sea del gobierno actual, anterior o futuro. Con la necesidad urgente que tiene nuestro país en el ámbito educativo, el no aprovechar estos fondos es una ofensa a la educación y una falta de respeto al dominicano que trabaja arduamente para mantener a su familia.

 A lo largo de los años, muy pocos gobiernos han mostrado un compromiso real con la mejora del sistema educativo en nuestro país, y hay dos razones principales para ello. En primer lugar, el gobierno de turno suele buscar resultados visibles e inmediatos para asegurar su permanencia en el poder. Construyen escuelas, hospitales, carreteras y otras infraestructuras que se pueden inaugurar rápidamente, pero la educación no muestra sus frutos en cuatro u ocho años. Es un proceso que puede tomar doce o quince años para manifestar sus resultados. Por ello, la mayoría de los líderes prefieren no arriesgarse a implementar reformas educativas profundas.

 En segundo lugar, un pueblo que no cuestiona es un pueblo sin educación. Y un pueblo sin educación es más fácil de controlar. Si un gobierno invierte verdaderamente en educación, con el tiempo surgiría una ciudadanía más crítica y consciente, que exigiría mayor transparencia y responsabilidad. Sin embargo, muchos prefieren evitar ese riesgo.

 Es frustrante ver que mientras impulsamos nuestro turismo con éxito, carecemos del mismo compromiso para con la educación. Reconozco el esfuerzo de gobiernos pasados y presentes en este sentido, pero necesitamos líderes que tengan la valentía de invertir en el futuro educativo de nuestra nación. Que en lugar de decir que no se utiliza el 4%, puedan afirmar con orgullo que no hay suficiente presupuesto porque se ha invertido tanto en la educación que los recursos se agotan. Ese sería un verdadero logro y una bendición para todos.

 Amigos y amigas, les dejo estas reflexiones para que las analicen. Soy un dominicano que sufre al ver cómo nuestra patria pierde su rumbo, ya sea por la influencia de inversiones extranjeras, la inmigración ilegal o por políticos cuyo único interés es su propio enriquecimiento. Espero que esta generación, la que hoy tiene entre 20 y 40 años, que ha tenido acceso a la educación y al conocimiento global, pueda finalmente romper este ciclo y construir una nación de la cual podamos sentirnos realmente orgullosos. La decisión está en nuestras manos: continuar aceptando las mentiras que nos venden o demostrar que somos un pueblo que se niega a permanecer en la ignorancia.

 Aquí les presento un análisis de los posibles impactos negativos de la reforma que se discute actualmente. Esto no significa que no se necesiten reformas, sino que no se debe intentar engañar al pueblo con propuestas exageradas que luego se ajustan tras las quejas. Gobernar con honestidad significa presentar propuestas con valor y transparencia desde el inicio, sin esconderse detrás de la comodidad de un segundo mandato.

 Quizás algunos no estén de acuerdo con estas palabras, la comparto con la esperanza de que podamos salir del “Matrix” en el que vivimos.

Emprededor, agente deportista, profesor Universitario de Suffolk University

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